Otra Madrugá huérfanos de Amor y Paz
Por Luis Rossi
Noche atípica. Parecía que el cielo podría dar una tregua. Todo preparado. Reuniones y consultas varias a los partes meteorológicos y el cortejo para salir. En la calle, a las dos de la madrugada, una cantidad de personas esperando para ver el imponente Cristo del Amor y la no menos impactante Señora de la Paz.
Ansiosos después de ver su divina presencia en la Magna Mariana con motivo del Patronazgo de la Virgen del Carmen. De volver a observarla, y de recordar que el año pasado no fue la mejor decisión salir a la calle, menos cuando esa tromba de agua sacudió aquella madrugada ingrata.
Entonces, las puertas de San Paulino se abrieron y, como un aviso, una llovizna cayó sobre la cruz de guía y los primeros penitentes en salir. Suficiente. Lo del año pasado no se podía repetir. Una escueta reunión fue unánime para esperar media hora y tener que tomar una dura, pero necesaria decisión: no salir.
Y así fue Pudo más la cabeza que el corazón. A pesar de toda la gente que esperaba, las puertas sólo se abrieron para ver una rápida levantá y rogar porque el año pase pronto. El pueblo, que todavía esperaba impaciente a las puertas del templo, veía como el imponente Cristo se quedaba, este sí, en casa.
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