Huerto
El agua de lluvia que riega un Huerto de Gracia y Esperanza
A veces no se puede evitar lo inevitable. Un Martes Santo poco halagüeño en cuanto a la meteorología, pero que dejaba ciertas posibilidad para que la Oración se rezara en el Huerto. Y así fue. Horario tempranero para el estreno de una nueva Junta, con Antonio Tirado cogiendo el relevo de la familia Corrales. En el interior del templo se llevó a cabo diferentes menciones parar rendir homenaje a hermanos de la Cofradía, que tuvieron el honor de reorganizar la misma hace unos años, caso de Ambrosio Vilches, así como el que fuera hermano mayor Sebastián Corrales.



Desde ese momento la Cofradía tuvo que aligerar el paso y retornar al templo por la avenida del Mar. Una ínfima pausa por Tribuna como deferencia a la gente que allí esperaba y de prisa para el templo. Un pequeño caos, motivado, en parte, por muchos que acompañaban a las imágenes (externos a la Cofradía) que en vez de guardar las formas, cruzaban incesantemente por la calle. Una lástima.
Por otra parte, esfuerzo titánico de las cuadrillas de costaleros que mantuvieron el peso y el ritmo, aunque algo descontrolado, para refugiar las imágenes.
Ya en el templo, lo que no pudo pasar en la calle ocurrió. Dos saetas desgarradas. Un hombre y una mujer. A Cristo y a su madre. Arturo Guzmán y María del Mar Ramos ponían las plegarias hechas cante para cerrar un Martes Santo con mucho que tener en cuenta, pero con la Gracia y la Esperanza de vivir en la calle el olor a romero y a olivo.
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