Amor y Paz
Fotos y texto: Luis Rossi
Calles vacías, plazas desiertas, avenidas indolentes… sopla
un ligero de lluvia, viento de poniente. La noche cerrada, el silencio promete,
la Madrugá que suena por San Paulino, ante la mirada de una madre que ve el
cuerpo de su hijo casi inerte. La expiración se aproxima y la aflicción se
estremece, el pueblo espera las horquillas que anuncian vientos de muerte. Las
dos primeras horas del Viernes Santo y se vuelven a abrir las puertas de San
Paulino, en el interior ya esperan impacientes los hermanos de una cofradía,
cuya hermana mayor recuerda algunas de la reglas de esta entidad que a
rajatabla llevan.
Este es el caso del momento de la subida de la cruz, cuando se coloca erguida ante la mirada del populacho, símbolo de uno de los pasajes bíblicos más tétricos de La Biblia, en pleno monte Calvario. Un Gólgota de cardos, esparragueras y lirios, escoltado por cuatro hachones negros y a los pies de la Cruz, la Madre. María Santísima de la Paz que lucía esbelta con su forma de vestirla.
Este es el caso del momento de la subida de la cruz, cuando se coloca erguida ante la mirada del populacho, símbolo de uno de los pasajes bíblicos más tétricos de La Biblia, en pleno monte Calvario. Un Gólgota de cardos, esparragueras y lirios, escoltado por cuatro hachones negros y a los pies de la Cruz, la Madre. María Santísima de la Paz que lucía esbelta con su forma de vestirla.
Todas las miradas estaban puestas en la ‘nueva’ cuadrilla
que cargaba el misterio. Aprendiendo de errores y críticas la cofradía decidió
coger el timón de la carga y se notó. Bien capitaneada y trabajada. Gente de
siempre, pero al unísono. Al tercer golpe de horquilla seguía el estilo de
carga característico de esta hermandad, pero notándose el trabajo realizado
meses anteriores. Algo que no hace sino mejorar una de las cofradías más serias
de la Semana Santa barbateña. Seria porque debe de serlo y seria por su
trabajo.
Solemnidad que se mostró al paso por Tribuna. Cabe
preguntarse cómo sería este mismo momento, pero con todas las luces apagadas.
Si las condiciones técnicas lo permiten, imagínense el momento con farolas y
focos apagados, sólo a merced de las velas, aunque este caso apagadas por el
viento, y la propia luna. No es difícil
de imaginar puesto que esta misma estampa se puede ver por la zona de las
Cunitas en su viaje hacia San José.
Precisamente, allí en la parroquia obrera, uno de los
momentos más íntimos de la Semana Santa que llegan a poner la carne de gallina
a quienes lo viven. Suenan campanas de
muerte y el Amor vuelve hacia San Paulino. Sobre las cinco de la madrugada se
ponía fin a la estación de penitencia, con menos gente pero lleno de silencio.
Algo que falta en muchas partes del recorrido por el público, y que es un mal
endémico del resto de salidas procesionales, el silencio. Habrá que hacer algo
en este sentido.
Como nota curiosa, con independencia de la cofradía, comentar
que la cruz parroquial no estaba tapada con la característica tela malva, algo
que o bien se le olvidó a los señores párrocos o
bien se ha querido hacer así. -En este punto hemos de rectificar y decir que en la parroquia de San José sí estaba tapada, ergo entendemos que fue un olvido o descuido en San Paulino que no pasa de la anécdota -.
Noche solemne la vivida en la madrugada del Jueves Santo, que puso fin al trabajo de una Cofradía que tiene tarea doble cada Semana Mayor, con el Amor y la Burrita.
Noche solemne la vivida en la madrugada del Jueves Santo, que puso fin al trabajo de una Cofradía que tiene tarea doble cada Semana Mayor, con el Amor y la Burrita.
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