Con
olor a incienso, esparto y emoción, el cargaor soñó con la noche del Lunes
Santo en un Salón Multiusos lleno de gente el pasado sábado. Y no fue una noche
cualquiera. Pedro Cala se encargó de abrir el acto y ceder la palabra a Rosario
Picazo, hermana mayor del Amor y que el pasado año trazó un texto lleno de
pasión. Con una plegaria al Ecce Homo y a la Salud, Picazo presentó a Fernando
Corrales, un orador neófito que para demostró esa condición. El pregón estuvo
cargado de momentos.
Corrales
trazó sus experiencias, la de un cargaor cualquiera, desde que se faja,
haciéndolo antes de comenzar la oratoria, hasta que cansado le cede el testigo
a su hijo, imaginando sobre el escenario una bella estampa paterno-filial.
Otra
curiosidad llegó cuando el cargaor se mete debajo el paso y la oscuridad llega,
al amparo de una velas. Fernando Corrales, que además de ser tesorero de la
Hermandad del Ardero, lleva la ‘voz’ en el interior del paso, tuvo recuerdos
para sus compañeros, quienes estuvieron arropando en todo momento al barbateño. Un pregonero que alzó la voz con fuerza dejando sobradas credenciales para, más pronto que tarde, volver a subirse a un atril como vocero.
Antes
de cerrar el acto con la entrega de los recuerdos y merecidos obsequios por parte de Felipe Gomar, la
Asociación de Cargaores del Ecce Homo (ACHE) quiso tener un detalle con su
capataz más longevo, uno de los primero integrantes de aquella primigenia
cuadrilla que saliera por vez primera el Lunes Santo de 2001, Juan Manuel Revuelta.
En ese momento, un cargador entregó un martillo al capata, mietras Diego Muñoz, también capataz de la Salud leía unas palabras.
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