Cuando miras
alrededor en las horas de sombra y te das cuenta que tu mundo gira alrededor de
más mundos. Cuando tu corta mirada alcanza la vista más allá de tu ombligo.
Cuando el silencio te impide oírte a ti mismo… solo entonces te das cuenta de
lo insignificante que eres. Pequeño frente a los grandes. Grandes que han
marcado un hito en nuestro alrededor y que, aun sin conocerlo, eres capaz de
saber quién es. Gente que con su esfuerzo y su dedicación han alcanzado la cima
de los buenos barbateños. Mayores que lo serán siempre.
En Barbate existe
un pleno que está en el Ayuntamiento y un senado que tiene sabor pachanguero.
En este último, conviven amigos, hermanos, primos y demás parentescos que hacen
que la unión prevalezca frente al paso del tiempo. En este senado hay unos
senadores muy peculiares, cada uno con su idiosincrasia, cada uno con su forma
de ser, con sus manías y sus enfados.
Uno de ellos ha
decidido emprender un viaje al senado de la gloria, donde pachangueros de
siempre se reúnen y con un vaso cantan coplas que están en su memoria. Son
pocos, pero se les une otros barbateños de toda la vida.
Sin embargo, en
esa peña celestial han llamado a la puerta con campanas. Hoy no toca vestirse
de Carnaval. Hoy toca hacer una entrada triunfal al reino de los cielos. Lugar
donde van los hombres buenos y reservado el sitio para los mejores barbateños.
Ha mirado a San
Pedro y le ha dicho, “yo voy, pero empujando la Burrita”. Encargado de esta
labor desde su primera salida, su máxima preocupación era el levante que había
y el cuidado que había que tener con la palma y la palmera. Genio y figura.
Seguro que lo haría con ese tinte de cascarrabias que tienen los viejos, pero
con la mejor de las intenciones y la bondad en sus adentros.
Sus gracias, sus
chistes, sus anécdotas, sus vivencias, sus sueños, sus nietos… cuántos años lo
amargaba para que fuera cargada la Burrita, pero claro, si hay cargadores ya él
no la llevaría. Pensaría. Pero sabe que era la mejor forma de ver crecer su
cofradía.
Su corazón
dividido entre la Guapa de San José y el imponente Amor divino. Su guiño a la
Carmela y su pasión por la Burrita. Como no estuvo en Barbate, San Pedro le dio
carta blanca y en plan “petit comité” le esbozó con una sonrisa, “anda, empuja,
pero que el levante no te despeine”…
Domingo de Ramos,
su Domingo.
Dicen que San Pedro
le ha preparado un Abreboca en el patio de la vieja Pachanga, donde le esperan
viejos amigos y esperará paciente a los suyos desde el cielo. Que se abran las
puertas de San Paulino, que llega para hacer su Entrada Triunfal, que suena la
banda y que descanse por siempre con su PAZ.
A la memoria de
D.Antonio Manuel Picazo Amaya
Maravilloso homenaje
ResponderEliminarUn artículo precioso y muy merecido. Antonio era un excelente cofrade, un buen carnavalero y aún mejor amigo D.E.P.
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