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Cuando el pueblo se quedó huérfano de Caridad


En muchas ocasiones no nos paramos a pensar qué pasaría si en el mundo que tenemos a nuestro alrededor faltase alguien ‘insignificante’. Alguien que normalmente vemos, pero que no nos preocupamos, que lo tenemos como algo normal que esté ahí o que no entendemos que en estos tiempos tan modernos siguen estando entre nosotros. Personas que, de alguna u otra forma, muchos aseveran que son tan necesarias que sólo se les necesita cuando no están.
RECORDAMOS AQUÍ ESTE REPORTAJE DE LUIS ROSSI PUBLICADO EN HERALDODEBARBATE.ES EL 19 DE AGOSTO DE 2013

Desde principios del siglo XX, con una población cercana a los mil habitantes de una aldea, por aquellos entonces dependientes de la villa de Vejer, unas mujeres con hábito se presentaban para ayudar a los pobres, curar a los enfermos y enseñar a los niños. Las Hijas de la Caridad llegaban a pueblo y, aunque hubo un tiempo que marcharon, volvieron para estar presentes en la sociedad barbateña. “La gente nos pregunta por qué se va de Barbate siempre lo mejor, les contesto que siempre volvemos y eso es por algo”, comenta Sor Ana, la última madre superiora.

No quieren marchar, pero saben que es su deber. Y es que hace unos meses la orden de las Hija de la Caridad de San Vicente Paúl les comunicó a las tres monjas residentes en la localidad, que debían dejar la plaza para partir a un lugar donde les “necesitan más”. Se trata del Centro de Drogodependencia de la Línea, lugar donde ejercerán su labor a partir del lunes 26 de agosto.

Fecha en la que el pueblo de Barbate se quedará huérfano de la labor que venían realizando durante tantos años, como el caso de Sor Carolina, que llegó con unos veinte años allá por la década de los 60 y, aunque estuvo unos años en otro destino, no dejó nunca de pensar en esta localidad. Un lugar donde, incluso, le tiene dedicada una calle. Con motivo de su despedida, a las tres últimas hermanas, Ana, Carolina y Delfina, el municipio le colocó hace unas semanas un azulejo en el edificio del antiguo colegio Doña Áurea.


Compartir y ayudar
La labor de estas hermanas va más allá de ofrecer su religión, es compartir tiempo, horas, preocupaciones, estar con las personas mayores, en la mayoría de los casos, impedidas. Cuando todavía la Ley de Dependencia no estaba ni recortada, ni mucho menos pensada, ya ofrecían estas vecinas su esfuerzo. La pregunta queda en el aire ¿y ahora quién se encargará de estas personas? Ellas, cautas y sabiendo que todo no es perecedero, contestan que “hay mucha gente buena aquí que se encargará de cualquier labor social”.


En estos tiempos de crisis, ellas entienden que su labor lo puede hacer cualquiera porque “hay mucha solidaridad y mucha colaboración entre vecinos”. Sor Carolina, cuenta cómo ha cambiado el pueblo desde que llegó que “aunque había muchas fábricas”, también “se pasaba mucha hambre”. Nueve años son los que cumple Sor Ana en suelo barbateño, acordándose, fundamentalmente, de gente que “como las voluntarias de Cáritas o los catequistas”, van a seguir “ayudando a los demás”.

También son conscientes de las críticas que suele recibir las Iglesia por su patrimonio, un patrimonio, que según ellas dicen, “es de todos porque nadie se queda con él cuando se marchan”, entendiendo que la labor de su orden “es callada y no nos preocupamos por ir diciendo por ahí lo que hacemos”.

La palabra ayuda, la más repetida. Por eso, después de todos estos años, nadie podría negar la labor que han realizado las Hijas de la Caridad que, si bien reconocen la falta de vocación que existe en la actualidad, son sabias conocedoras de que algún día, más tarde o más temprano, las hermanas volverán a Barbate aunque, como apunta Sor Carolina con la mirada perdida y entre suspiros, “los barbateños hablan mucho, pero tienen un corazón de oro”.

Comentarios

  1. Hermoso y extinto habito de esta orden tan importante para la Iglesia ejemplo de vida Cristiana. Hoy ya no existe ningún convento en el que las Hermanas de la Caridad de San VIcente de Paul lleven el hermoso habito con la toca almidonada hacia arriba Un crimen para la cultura católica de occidente.

    Buen viaje Hermanas.

    Saludos Cordiales.

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