Pensar en danzar al son de la muerte no es nada fácil, pero hacerlo con la misma sobriedad que elegancia, conjugándose las alabanzas con las que una Madre despide a su hijo… es toda una quimera. Eso debió pensar algún hermano del Cautivo y la Trinidad mientras veía acontecer el cortejo procesional este Miércoles Santo en Barbate.
Fotos de Juan Daza y Luis Rossi.
Con impaciente puntualidad
las puertas del templo paulino se abrían en la noche del cuarto día para dar
paso al rezo. Antes de ello, en el interior se sucedieron los actos
protocolarios. La entrega de medallas al equipo de capatacía del Medinaceli,
que se estrenaban comandando a la cuadrilla de la ACHE. Una oportunidad que no
desdeñaron, manteniendo la elegancia y la solemnidad que se les pedía en todo
momento. El Señor de Barbate fue el regalo, tras la buena marcha del Lunes
Santo, a la mayoría de edad cumplida de la cuadrilla del azahar.
Momentos emotivos
se vivieron con el rezo a los hermanos difuntos, un réquiem en honor de Susana
Bernal, José Reyes (Satán), Antonio Duarte y Juan José Marchante. La familia de
los dos últimos realizó la primera levantada de Cristo, mientras que el hijo de
la primera, Rafael Reyes, fue el encargado de hacer lo propio en memoria de su
madre en el palio. Detalles con mucha emoción.
El Cautivo salía
para cruzar primero el parque de la Inmaculada, que se hallaba repleto de
público para presencia como los claves y las buganvillas cincelaban su
canastilla, acompasados en un primer término por la banda de Alcalá del Valle y
volviéndose a escuchar el sonido de las horquillas.
El turno a la
Reina del Parque que hizo lo propio con andares sevillanos de una cuadrilla de
Costaleros que han sabido, no solo corregir los posibles errores del primer
año, sino mantener viva la intensidad de aquel estreno. Esto ha dado de sí, el
ofrecimiento de unas alabanzas exquisitas, que se vieron refrendadas en lugares
como el citado parque o posteriormente en la carrera oficial.
Contrastando los
andares macarenos para marcar de costero a costero la cadera cuando así el
momento lo requería. Bien trabajado. Estarán orgullosos de la buena marcha de la cuadrilla.
Antes de entrar
en Carrera Oficial, dos saetas. Ambas por el cantaor flamenco Primilla, que
desde Chiclana llegó impregnando con su quejío el arte y el duende señero de la
tierra regada por las vides que esparce el Iro.
Y quizás lo mejor
estaba por llegar. Adentrarse en el casco histórico es sinónimo de rezo. Callejuelas
angostas, cuesta de cuerpos hacia atrás y plazas donde reina la oscuridad. El
Barbate antiguo se consagra en el peregrinar por el Casco Histórico. Calle Real,
otrora eje vertebrador de la aldea barbateña, hoy lugar de tránsito de cortejos
deseosos de solemnidad.
Así se esperaba y así fue. Sin artificios, luminosidad
de luz de luna y poco más. Un homenaje a las propietarias de la antigua Casa Hermandad,
como muestra de respeto y gratitud para arrancar por la antigua Serafín Romeu.
Una ratonera por
la que pasar primero de manera circunspecta con el Reo de Muerte y los sones de
la capilla Captus Amore. Luego, la majestuosidad. En dos partes, una más
bulliciosa, primer tramo de calle Real; segunda más pausada y constante con la
marcha La Madrugá.
Cortejo que
camina hacia arriba, pasando por la calle de su Cristo para acabar desembocando
en la Inmaculada. Queda poco, la hora se acerca. Ya es Jueves Santo, en la
prolongación de un Miércoles que se viste de rigor en Barbate, pero también de
la pomposidad propia de una reina.
Cierre con aires macarenos y a esperar ese
milagro trinitario que no quería marcharse tras un año disfrutando y haciendo
disfrutar. Un esfuerzo ímprobo, teniéndose que culpabilizar de ello a la Junta de Gobierno y a todos sus colaboradores.
Miércoles Santo quimérico mientras por el parque se preguntan ¿algún
hermano lo pudo soñar igual?
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