Se hace al andar sendero con la algarabía que se mezcla con el llanto de un peregrino errante por San Paulino, que brinda en una noche mágica unos rezos en forma de canción y pétalos. Esto debió pensar algún hermano y cofrade de la entidad decana de la localidad tras cerrar, entorno a las tres de la madrugada del Viernes Santo, el Jueves Santo barbateño.
Porque el Jueves
Santo en Barbate es historia, es leyenda, es Ardero… pero también su Madre y
eso así se entiende. Por un lado la solemnidad de los pasos de Jesús caminando
hacia el Calvario, pasando por las calles históricas y nostálgicas. Por el
otro, las alabanzas a una Dolorosa caminando con San Juan Evangelista. En cuyo
palio lucían dos crespones, uno negro en señal de duelo por los hermanos difuntos
y otro, celeste, por los niños víctimas de la violencia familiar y en especial
al pequeño Gabriel.
Tras este
detalle, dos más. La primera levantada del Ardero la realizó el párroco de San
Paulino y director espiritual de la corporación nazarena, José María Quintana.
La segunda, la levantada del palio, realizada por parte de Lucía Benítez, por
el esfuerzo y la labor llevada a cabo todo estos años para con la entidad.
Bonito gesto de consumo interno. Entre los estrenos, cuatro varas de la
corporación que fueron bendecidas por el párroco.
Toda vez que el
cortejo ya estaba formado en el interior del templo –con una nutrida presencia
de hermanos de hábito-, se procedió a la apertura de puertas y con un sol que
ya languidecía sonaba La Saeta por parte de la Banda de Música Municipal para
el Ardero. Para el palio, Esperanza Macarena en honor a su compositor, Pedro
Morales, fallecido el pasado año.
Decir Ardero es
decir historia y si la historia de un pueblo se perpetúa en las piedras de la
memoria, la memoria barbateña se pierde en la calle Real, antigua Serafín
Romeu, donde se recrea aquel momento mágico del año 27. Si bien aquel año
partía la comitiva procesional desde el colegio Nuestra Señora del Carmen (conocido
posteriormente como el de Doña Áurea), en esta ocasión comenzaba desde la
confluencia de Cristo de Medinaceli y la avenida del Río.
Así, se
introducía con respeto por la primera calle adoquinada y poco a poco
desembocaba en la antigua plaza del Padre Auricinea, actual Carlos Cano. No sin
antes vivir dos momentos: una saeta y una petalada. La primera con la voz de
Margari Cana, la segunda en la puerta de Tejidos Barbate, antiguo
establecimiento tan afín a la corporación del Miércoles Santo.
El cortejo
continuaba por donde el zigzagueo de As de Guía, haciéndose fuerte una
cuadrilla también decana en la localidad, de la peña hermanos costaleros, que bien
conocen el oficio de caminar con Jesús y María. En este aspecto, mejorado el
caminar con respecto al año pasado.
Y siguiendo por
Agustín Varo, los momentos de oscuridad se sucedían antes de llegar a la
Carrera Oficial, donde el paso del monte adornado con claves sangre toro fue
constante con los sones del trío de capilla. Más alegría para la Reina
Dolorosa, Madre del Ardero, en todo momento escoltada por su Cuerpo de Acólitas que realizaron con seriedad la encomienda.
Tocó el turno de
esperar a la salida del Cristo del Amor, mientras el cortejo se escondía por
Calvo Sotelo. Una vez todo en orden, llegó el turno de la recogida. Donde se repitió
la fórmula anterior: petalada y canción. Volvió el grupo de jóvenes a rendir
alabanzas a la Dolorosa al tiempo que se dedicaba al Grupo Joven –que estrenaba
banderín bordado por José Granero y con una ilustración de San Juan de Daniel
López- la levantada del palio.
Momentos
musicales que fueron coronados por la banda en un encuentro que mantiene la
entidad, siendo ya la única que lo realiza en Barbate. Se despedía, de esta
forma tan prolongada, el trabajo de todo un año que, a buen seguro, ya se está
con la mente puesta en futuras actuaciones como la posible restauración de la
Dolorosa, amén de otros proyectos que engrandezcan aún más una hermandad que va
camino de su siglo de historia.
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