Los cofrades barbateños se están acostumbrando a lo bueno cada Martes Santo. Y eso puede ser malo, pero bendito sea todo lo que tiene de bueno. Eso debió pensar algún que otro hermano al cerrarse ayer las puertas de San Paulino cuando casi daban las dos de la madrugada.
Y es que la cofradía oracional lleva una línea evolutiva muy palpable, siguiendo una senda tan esperanzadora como necesaria para la Semana Santa. Amén de la simbología, amén de la solemnidad, la Semana Mayor está cargada de detalles. Así las cosas, el primero de ellos llegó con la dedicatoria a uno de los hermanos fundadores de la Cofradía, Juan Manuel Pacheco, que nos dejaba el pasado mes de agosto y en su memoria fue la salida procesional.
También llegó el turno para agradecer a la Asociación de Cargadores de Ecce Homo y La Salud el esfuerzo y dedicación, otorgando a su capataz la primera levantada del paso de misterio.
Un misterio escoltado por sus cuatro faroles rescatados para la causa la pasada Cuaresma y que lucen inmensos cerrando el paso por sus cuatro esquinas. Paso formado por cinco elementos escultóricos de Juan Abascal, destacando la figura del Soberana tan sencilla como elegantemente vestido. La importancia de llevar una agrupación musical acompañando el discurrir por las calles también suman con un plus de espectacularidad en la calle.
Más detalles, en la capatacía del paso Antonio González, Salvatierra y Valdés supliendo a José Manuel Soler, que en ese momento se hallaba fuera acompañando a su pareja en un momento crucial. Detalle éste que no se olvidó en todo el recorrido y fueron numerosos los recuerdos de sus costaleros bajo el portentoso misterio de suelo herbáreo.
Chicotá larga, ya que los andares sevillanos se hacen patentes en estas cuadrillas, para enfilar Cristo de Medinaceli en su búsqueda de la avenida Del Río, dejando hueco a la Madre. Hasta que llegó ella, María, presta y dispuesta a repartir Esperanza por doquier. Y así lo quiso ella. Y así se hizo.
Escoltada por sus acólitas, ofreciendo solemnidad en su recorrido, el paso iluminado por su candelería, con las velas donadas, alzó el vuelo sonando su marcha con los sones de la barbateña Banda de la Salud. Cuadrilla comandada por Ramón López desde abajo y siendo su ojos Diego y José Manuel Vidal que se estrenaba con el martillo. Muy correcto y dirigente. Quizás en ocasiones pudiera parecer demasiadas voces alzadas, pero quizás pudiera ser también los ánimos del momento. Cuestión de gusto. Andares llevados al extremo de la costalería siguiendo ese estilo marcado hace años por la Cofradía.
La entrada por Manuel Malia, pasando por su antigua capilla o la revirá por Jarampa, entre los momentos solemnes del recogido. Más alegre el paso por una Carrera Oficial nuevamente abarrotada del misterio y un ritmo constante para pasar con gozo, pero sin pausa el manto verde, como los pinares de la Breña, de la Esperanza. Dos saetas, dos saeteras, memoria colectiva en las voces de Margari Cana y Leonor Corrales y seguimos hacia la recogida.
Primero el Soberano, con Costalero del Amor despidiéndose con su aroma a romero y luego la Esperanza, que nos espera. Y en ese momento, más detalles, levantadas al cielo para mandar fuerza a Valencia para María Jesús López, pendiente de someterse a una importante operación quirúrgica. Las manos de la presidenta de Adisire -casual que el color corporativo sea el verde Esperanza- Manoli Muñoz daba la llamada para que surja tal predicción efecto y con Hosana Excelsis ir despidiéndose hasta el próximo año.
Manteniendo las formas, trabajando todo el año con respeto y con los detalles que solo da una cofradía hecha hermandad, camina el Huerto hacia un prometedor futuro deseoso de la llegada de sus 50 años de historia. Dos ingredientes secretos: Oración y Esperanza.
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